Transformers: The Last Knight (2017)
Transformers: El último caballero
Me ha tomado un tiempo pensar si tengo que sacrificarme una vez más en el acto masoquista que es ir a ver otra película de Transformers dirigida por Michael Bay. Transformers: The Last Knight es la quinta entrega de la franquicia en la que Michael Bay se está forrando de dinero independientemente de la crítica. Ahora es momento de descargarme al llenarme de odio mientras escribo del mal que se van a morir.
Cuando se hacen secuelas por lo regular es para agregarle a la mitología del universo, incluso hasta reescriben cosas pasadas para estructurar mejor la historia de la secuela. Uno de los ejemplos que lo ha hecho exitosamente es Metal Gear Solid de Hideo Kojima, y en el extremo opuesto están las Transformers de Michael Bay, en la que cada secuela está supuesta a agregar algo nuevo pero destruyen todo lo que habían creado y nada tiene sentido. En otras palabras, más de lo mismo.
La película empieza en los años oscuros, mientras el rey Arturo (Liam Garrigan) está en medio de perder una batalla y el borracho de Merlin (Stanley Tucci) está buscando la ayuda de un transformer. Esto ocurre mientras Sir Edmund Burton (Anthony Hopkins) inserta uno que otro comentario innecesariamente. El caso es que el rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda tenían artefactos extraterrestres para ayudarlos en las batallas y Merlin llamaba a un dragón de tres cabezas. Esta es la segunda película del rey Arturo este año, la primera siendo la versión de Guy Ritchie (y tenía menos caballeros). El caso es que los transformers han estado en el planeta Tierra desde tiempos inmemoriables y han intervenido con la humanidad de vez en cuando. ¿Qué estás diciendo? ¿Que suena como si se olvidaran de la trama de Revenge of the Fallen (2009) ? ¡No me digas!
Nadie sabe qué diablos ha pasado entre Age of Extinction (2014) y esta película, pero los transformers no son bienvenidos en este planeta y prácticamente los militares tienen orden de disparar al verlos, independientemente de si son Autobots o Decepticons. Esto porque ahora que Optimus Prime no está en el planeta y Megatron se está escondiendo, los transformers que aterrizan empiezan a matarse mutuamente. Cade Yeager (Mark Wahlberg) se ha convertido en un fugitivo de la ley porque está ayudando a los Autobots a esconderse, entre los cuales se incluyen a Grimlock de los Dinobots y a los perdedores de Crosshairs y Drift. Éste último lo mataron en AoE, pero a nadie le importa. Estos transformers sólo están para perder el tiempo porque en quien debemos enfocarnos (una vez más) es en Bumblebee, el último Chevrolet Camaro.
Entonces los militares están más dispuestos a dispararle a los humanos que a los transformers que agregarán posteriormente en pos-producción, y hasta lanzan unos Gekkos para perseguir a unos niños. Uno de estos militares es el Coronel Lennox (Josh Duhamel), quien vuelve al ver un cheque con muchos ceros. John Turturro vuelve a interpretar al ex agente Simmons, quien está intentando descifrar algún misterio desde su escondite en Cuba, de donde no se moverá porque necesitamos más relleno en esta película. El perdedor de turno es Jimmy (Jerrod Carmichael), el empleado al que Cade Yeager paga con humillación. Finalmente, tenemos a la menor de edad Izabella (Isabela Moner), a quien Michel Bay sexualiza para los chamaquitos que estén viendo esta película, pero para que nadie lo tilde de pedófilo, hace lo mismo con Vivian (Laura Haddock), una profesora/historiadora/filósofa de Oxford que es inteligente porque usa lentes.
¿Y dónde está Optimus Prime (Peter Cullen)? Pues en un ataca de ira, el muy psicópata se fue de la Tierra a buscar a sus creadores para matarlos. Sólo que en lugar de encontrarse con cuatro cabezas con tentáculos, se topa con Quintessa (Gemma Chan). Yo estoy seguro que Peter Cullen tiene que ponerse a llorar cada vez que sale de grabar la voz de Optimus para estas películas porque no suena nada heroico. ¿Dónde está Megatron (Frank Welker)? Escondiéndose por alguna razón, y de paso se olvidaron de todo lo relacionado a la mojiganga de Galvatron.
Ignorando los problemas habituales que plagan la franquicia (personajes que no me importan, los protagonistas son los humanos para una película llamada Transformers, transformers casi no se transforman, la trama no tiene sentido), el principal problema que tiene es que Transformers: The Last Knight parece una colección aleatoria de escenas que cuando el personaje de Anthony Hopkins empieza a dar su explicación es cuando tienes que ponerlas juntas en tu cabeza y entender el genio artístico de Michael Bay, pero es una experiencia desgarradora. Las escenas de acción padecen de la misma edición frenética, los actores de cerca, y si estás perdido porque no sabes dónde están ni qué están haciendo, pues no eres el único. Cuando finalmente los transformers están moliéndose a golpes es cuando se puede ver la acción y se trata de 2 o 3 escenas, por lo que pierdes dos horas y media de tu vida para dos minutos de diversión. En otras palabras, más de lo mismo, y el equivalente a mi vida amorosa.
“¿Sabes por qué siguen viniendo?” pregunta Anthony Hopkins. Yo quisiera saber la respuesta, me dijeron que era por un cubo, por la matriz de liderazgo, por unos pilares, por unas semillas, pero ninguno tiene importancia en comparación con un bastón que controla a un dragón transformer. Este es el mcguffin de turno, un bastón que sirve de pararrayos y de paso controla a una nave espacial antiquísima que no hace nada. Evidentemente, Sentinnel Prime no sabía nada de eso, y si lo sabía, no lo dijo. Esto da a entender el poco empeño que ponen para elaborar una secuela.
Para concluir, Transformers: The Last Knight es ligeramente mejor a la anterior Age of Extinction, lo cual no es mucho decir si ambas películas son malas. Lo que esta tiene por encima de AoE es que el drama humano es más entretenido porque tiene a Anthony Hopkins y a un “transformer” que no se transforma en el descarado Cogman (Jim Carter). Ya a estas alturas los animadores decidieron ahorrarse el dinero de las transformaciones y ahora pegan un montón de pedacitos de metal para hacer transformers más grandes.