Primero de Enero (2014)

Sí, yo era uno de los tres gatos que estaba ocupando un asiento en una sala de cine viendo Primero de Enero, una película que muy poca gente irá a ver porque no es una comedia estúpida ni intenta vender que es la mejor película jamás hecha en el país. Como sea, yo me opongo a ponerle el 1 a “Pr1mero” porque hay muy pocas películas que merecen ser recordadas con la mutilación a la lengua que es usar números. Hablo de ti, Se7en (1995) <3. ¿En qué iba? Ah, sí, muy poca gente irá a ver esta película. Oh, espera, me estoy repitiendo.

Si los gringos pueden hacer película estúpidas protagonizadas por niños, ¿por qué los dominicanos no pueden? Ese es el caso de películas como Home Alone (1990) y Richie Rich (1994), a las que Primero de Enero no está intentando imitar, pero que resulta inevitable recordar esas otras películas gringas porque se trata de niños intentando ser más inteligentes que los adultos. Al menos en esta los adultos no son retrasados mentales que tienen que jugar con las mismas reglas que los niños porque sí.

Creo que ya es tan obvio que los hombres dominicanos son infieles que esta película empieza con los padres de un carajito llamado Sebastián (Víctor José Pintor) peleando sin que se pueda entender lo que están diciendo. El caso es que el divorcio es inminente, y el 23 de diciembre (de algún año que no es este 2014), el padre, cuyo nombre no me sé, decide recoger sus cosas y marcharse a la Capital. El último momento mágico que comparte con su hijo es tocando un piano que lleva casi 60 años en la familia y está desafinado como él solo.

No sé de dónde sacaron que los carajitos de esta película tienen que ser unos malapalabrosos, pero lamentablemente eso abre la puerta a que yo también me ponga de malapalabroso. Lo siento, pero es inevitable. La hermana mayor de Sebastián es Laura (Paula Sanchez Ferry), quien tiene un palo metido en el culo y actúa como si todo le importara un carajo, por lo que el divorcio de sus padres es sólo una pequeña piedra en su camino que puede ignorar. Deja ver si entiendo, hay dos carajitos, uno se preocupa por la separación de sus padres y la otra le da un pito. ¿Qué es lo que no nos están diciendo desde un principio?

Pues bien, Sebastián brecha un chin a su madre y la ve besándose con un fulano que no es su padre, e inmediatamente planea su venganza. El negocio consiste en prestarle la llave del restaurante de su madre a un tal Beto (Hemky Madera) para que entre en Nochebuena y se robe una computadora. Quizás sea cosa mía, pero Hemky Madera se parece a un oso de peluche gigante, y me parece que se veía más aterrador en el clavo aquel de Biodegradable (2013). Obviamente se roba el piano y así empieza la aventura de Sebastián y su mejor amiguito, cuyo nombre tampoco recuerdo, para recuperar el último gran recuerdo de su padre.

Francis (Dominique Telemanque) es el haitiano local que tiene una van de turismo, y es el único personaje que me simpatiza. Quizás porque es el único que parece un ser humano. La paciencia que hay que tener para que ser engañado por unos niños. ¿Sabes qué le falta la película? Correazos, un montón de correazos a los niños estos para que dejen de estar pensando con el trasero. Quizás así lograrían que Sebastián llorara por algo.

Antes de que venga a alguien a quejarse de que “así no es como los dominicanos hablan” o “usaron extranjeros y se nota el acento”, les recuerdo que esas son cosas que a mí no me afectan. Lo que sí me afecta del libreto es lo mucho que repiten cierta combinación de palabras porque a Erika Bagnarello no se le ocurrió más nada. Por ejemplo, los tres carajitos de esta película han hecho de la frase “a tí que t’importa” su diario vivir, y cuando finalmente Laura se une a la expedición a la Capital, repite constantemente “amigos de la universidad”. Quería patear el asiento frente a mí cada vez que mencionaba a sus amigos sin nombre de la universidad inexistente.

El insulto más grande que escuché en la película completa es “cuatro ojos”, y todo lo demás fue tirar groserías, porque es tan fácil llamar a alguien imbécil o estúpido o decir que algo es una mierda. Llega un punto en que eso cansa, y a los chamaquitos estos les toca una ronda de lavarse la boca con agua y jabón.

Finalmente, Primero de Enero no es un viaje mágico por la República Dominicana en el que todo saldrá bien, y los niños serán más astutos que los adultos. Al contrario, las cosas salen mal, los niños son sólo niños, y presentan partes oscuras de nuestra sociedad y lugares que no son visualmente agradables (¡como un vertedero!). Al final, lo que tenemos aquí es una película defectuosa con personajes imperfectos, pero eso es lo que le agrega complejidad, y la razón por la que se gana mi respeto.