Ghostbusters: Afterlife (2021)
Ghostbusters: El legado

Luego de tantos años uno esperando una secuela a Ghostbusters II (1989), y lo mejor que pudieron hacer fue Ghostbusters (2016), la cual resultó ofensiva porque no es nada de lo que uno esperaba. Entonces el hijo de aquel director que dirigió ambas películas ochenteras ahora se sienta en la silla del director para darnos Ghostbusters: Afterlife, que al menos sí se siente como una secuela a la película del 1989. Me imagino a Ivan Reitman supervisando a su hijo Jason para que no manche su legado.
La película empieza y todos sabemos lo que está pasando, no las razones por lo que está pasando porque eso se explicará más adelante. En esta parte es que realmente vale repasar la Ghostbusters (1984) original. El caso es que en esta granja en medio de la nada, en la que no se cosecha nada, será el hogar de una madre que está en olla. Callie (Carrie Coon) se muda junto a sus dos hijos, Trevor (Finn Wolfhard) y Phoebe (Mckenna Grace), porque no tienen en qué caerse muertos. Uno diría que sigue los pasos de su padre, de no tener absolutamente nada.
Sin embargo, la casa de la granja guarda un secreto, o mejor dicho, varios secretos, y si tienes que adivinar, pues solamente tienes que volver a ver el trailer. Mientras que estos secretos se podrían considerar basura, el profesor de la escuela de verano, Gary Grooberson (Paul Rudd), quien de paso es sismólogo cuando está aburrido, entiende que hay algo más grande aquí, que la familia de Phoebe está directamente relacionada con aquellos cazafantasmas que salvaron al mundo en dos ocasiones, y que un villano viene de otra dimensión para intentar conquistar el mundo.
La película de por sí no necesita ayuda del factor nostalgia para narrar una historia entretenida, pero siento que sin haber visto las dos películas anteriores, uno pierde muchas referencias al pasado y personajes que vuelven a aparecer en el presente aunque sea por poco tiempo. En cuanto a entretenimiento, pues Trevor tiene el súperpoder de ser mecánico automovilístico y está detrás de la jevita llamada Lucky (Celeste O’Connor) que trabaja sirviendo jambergues. Phoebe es una nerd que tiene pocas habilidades sociales, y lo que hace es contar chistes malos, pero eso no impide que pueda entablar una conversación de sismología con el Sr. Grooberson, y que el carajito llamado Podcast (Logan Kim) intente ser su amigo porque nadie más quiere serlo.
Uno se preguntará que por qué unos carajitos son los que tienen que salvar el mundo, y la respuesta es que ninguno de los adultos está prestando atención. Así, pues, se trata de una película infantil como para intentar vender la franquicia a generaciones más jóvenes mientras los adultos que la ven están sintiendo nostalgia por los personajes anteriores. Yo realmente no tengo quejas, sólo que a veces se siente más larga o lenta de lo que debería.
Para concluir, Ghostbusters: Afterlife es una película entretenida por sus propios méritos, pero entender las referencias a la película del 1984 es lo que le da el toque mágico de nostalgia sin que en ningún momento se interprete como una forma de capitalizar la nostalgia. Hay una escena en medio de los créditos y otra al final de los créditos, y ésta última nos da la esperanza que puede haber una secuela sin estos personajes, o que a partir de entonces es que entran las mujeres de Ghostbusters (2016).