Hamilton (2020)
Si por mí hubiese sido y si tuviera más dinero, hubiese visto Hamilton en Broadway, pero como las circunstancias no lo permitieron, lo mejor que tengo es una grabación del mismo por medio de Disney+. La experiencia no es la misma, y si hubiese sido estado en vivo aplaudiría de pié al final de la obra. Como las circunstancias no lo permitieron, le mejor que tengo es irme a cenar después de ver los créditos.
No me he leído la biografía de Alexander Hamilton de Ron Chernow, pero creo que es obvio que la historia de Hamilton no es narrada a base de rap y música, esa es la obra de Lin-Manuel Miranda, quien también protagoniza e interpreta al personaje titular. Como esta no es una película no vale la pena malgastar el tiempo evaluándola como tal. Hamilton es un musical, y para mí los pocos musicales de Broadway que he visto son una maravilla que deben experimentarse en vivo porque es otra fragancia. Esto es diferente a la “peliculización” de musicales como lo hicieron con Cats (2019) o The Phantom of the Opera (2004), que ya son animales diferentes.
Alexander Hamilton (Lin-Manuel Miranda) es un huérfano que llega a Nueva York desde una de las Antillas Menores buscando mejor vida, Aaron Burr (Leslie Odom Jr.) se convierte en su primer amigo y rival, pero hay una diferencia de carácter entre ambos. John Laurens (Anthony Ramos), Hercules Mulligan (Okieriete Onaodowan), y Marquis de Lafayette (Daveed Diggs) se convierten en sus aliados para la Revolución Americana que buscó la independencia de las 13 colonias. George Washington (Chris Jackson) no quería a Alexander Hamilton en el campo de batalla, por lo que lo mantenía siempre escribiendo, usando ese cerebro mágico que poco de sus contemporáneos poseían.
Eliza Schuyler (Phillipa Soo) se convertiría en la esposa de Hamilton para tener un hijo, Philip, mientras su hermana mayor Angelica Schuyler (Renée Elise Goldsberry), no tiene ningún problema con tener a Hamilton en su vida, así sea por medio de su hermana. Finalmente, está el Rey George (Jonathan Groff), y aunque no tendrá tanto tiempo como todos los otros personajes, sus números son espectáculos de por sí. Mucha dedicación por parte de Jonathan Groff.
Como toda obra musical, Hamilton se divide en dos actos con un receso en el medio. El primer acto trata de la Independencia de los EE.UU., mientras que el segundo acto tratan de construir y mantener un sistema de gobierno. Claro que todo esto está resumido así que saltan alrededor de 10 años como si nada hubiese ocurrido. Como bien se trata de una obra, los actores del primer acto tienen nuevos roles en el segundo acto. Aquí aparecen Thomas Jefferson (Daveed Diggs), quien ha estado en Francia y no se lleva bien con Hamilton; la mano derecha de Jefferson, James Madison (Okieriete Onaodowan); y alguien tiene que interpretar al hijo de Alexander y Eliza Hamilton, Philip (Anthony Ramos).
Como ya dije que no es una película, lo único que queda es ver el musical y aceptarlo por lo que es. Sin embargo, y por más que me haya gustado el susodicho musical, no puedo dejar de pasar criticar la edición y el movimiento de cámaras. Cuando uno está en un teatro, uno no se mueve de asiento. Como esto es una grabación, tienen cámaras moviéndose de un lado a otro, hay acercamientos, y cortan a otros ángulos desorientadores que hacían que me doliera la cabeza. Entiendo que quisieron hacer algo diferente a simplemente grabar el musical con cámaras que no se mueven, pero no creo que debieron haber tomado tantas libertades. Hay personajes moviéndose en el fondo, y al querer mostrarnos algo, se pierde lo que sea que estaba pasando en el fondo, así sea algo simple como mover una mesa o una silla fuera del escenario.
Para concluir, pienso que Hamilton es un musical fantástico que estoy seguro lo hubiese disfrutado más en vivo. Como uno no siempre obtiene lo que quiere, pues tendré que conformarme con leer la biografía escrita por Ron Chernow a ver si aprendo más que lo que un musical de más de dos horas puede narrarme.