Godzilla: City on the Edge of Battle (2018)
Siguiendo la aburrida trilogía animada de Godzilla tenemos a Godzilla: City on the Edge of Battle, la secuela directa a Godzilla: Planet of the Monsters (2017), en la que tenemos a unos humanos intentando hacerle cosquillas al rey de los monstruos sin poder conseguirlo. Ahora, yo creo que esta secuela es ligeramente mejor que la película anterior porque hay menos lloradera y menos personajes en el medio que no hacen nada. Esto es lo mismo que decir que no me dio COVID-19, lo que me dio fue H1N1.
Luego de la derrota de la película anterior, el Capitán Haruo Sakaki (Mamoru Miyano) se despierta en una aldea en el medio de la nada donde una jevita lo estaba atendiendo. Resulta que los sobrevivientes de su escuadrón fueron encontrados por unos–¿cuál es la palabra correcta?–indígenas (??) que viven en armonía con la destrucción del exterior y hasta tienen una manera de matar a los pájaros de piedra fácilmente donde las armas humanas han tenido dificultad. Los aldeanos estos viven en un sistema de cavernas, no hablan japonés, quizás no son descendientes de los humanos de hace 20,000 años, y le rinden culto a un huevo de pollito que no veremos. En este culto hay unas gemelas, Miana y Maina, y la única forma de distinguirlas es que una se ve rabiosa y la otra no.
No sé si es que no estaba prestando mucha atención, o fue uno de esos detalles que no me importaron en lo absoluto, en esta ocasión la raza de los Bisulalilulelosalado (honestamente, como sea, realmente no me importa) tiene importancia porque ellos fueron los creadores de Mechagodzilla, un monstruo mecánico que no tuvo la oportunidad de activarse porque Godzilla rompió todo a su paso antes de que alguien pudiera pulsar el botón de encendido. Mechagodzilla estaba hecho de nanometal, o metal sacado del culo, que de alguna manera es útil para enfrentar a la fauna de la Tierra, así que debería ser útil para enfrentar a Godzilla. Y si tenían esa tecnología hace 20 años, podían haber creado armas para intentar detener a Godzilla en lugar de desperdiciar todo el tiempo y dinero en otro monstruo gigante.
El caso es que los extraterrestres estos no son para nada diferentes a los humanos, pero todos se parecen, y son capaces de controlar la tecnología detrás del nanometal con ayuda de lo que quedaba de Mechagodzilla que durante unos 20,000 años, sin intervención humana, ha creado una ciudad en medio de la nada. Hay algo más acerca de la inteligencia artificial de Mechagodzilla que los Bilusalados no nos están diciendo, y por eso se ven como un par de villanos que están planeando algo siniestro sin decirle al perdedor de Sakaki, quien sólo tiene tiempo para estar enojado con Godzilla sin forma alguna de manifestar su ira. Bueno, pues quizás tenga la oportunidad de hacerlo, ya que la Ciudad Mechagodzilla tiene (casi) todo lo que necesitan para detener al rey de los monstruos.
¿Qué puedo decir? Siguen la misma temática que en Planet of the Monsters, en la que se la pasan casi una hora hablando y media hora ejecutando el plan, porque la película se trata de los humanos, no del monstruo titular, y en esta ocasión Godzilla se duerme en lo que los humanos resuelven su lío. Uno pensaría que si están en una ciudad que tiene 20,000 años, par de días de preparación para enfrentar a Godzilla no es mucho pedir, pero prácticamente al día siguiente de llegar a la ciudad es que quieren enfrentarse a Godzilla. Luego preguntan que por qué sale todo mal.
Para concluir, me encuentro que Godzilla: City of the Edge of Battle, es ligeramente mejor que la entrega anterior porque hay menos lloradera, y más explicaciones relacionadas a lo que están intentando hacer, aunque sabemos que esto va a fallar porque de lo contrario no habría una tercera película. Metphies (Takahiro Sakurai), el sacerdote del culto extraterrestre le dice una vaina a Sakaki que revelan después de los créditos, y ya sabemos por dónde va la vaina, pero yo estoy apostando mi dinero al huevo de los indígenas.