Coco (2017)
Que Pixar haya hecho otra película animada que sea buena ya no es sorpresa. Sorpresa es que no sea memorable como The Good Dinosaur (2015). Coco es una película animada que está relacionada al día de los muertos de México, porque por lo visto eso es lo único sobre lo que pueden hacer películas animadas; véase The Book of Life (2014). Bueno, pues a diferencia de ésta última, gran parte de Coco sí toma lugar en el mundo de los muertos, pero en cierta forma ambas son predecibles porque ya yo estoy viejo para esto.
La historia trata de cómo Miguel (Anthony Gonzalez), heredero de un imperio de zapateros, quiere dejar eso de lado para convertirse en bachatero. Sin embargo, su familia es rara porque detestan la música de todo tipo, y eso es lo mismo que haber nacido y criado en Dominicana y odiar los plátanos. Bueno, pues el origen de todo esto es que el esposo de mamá Imelda (Alanna Ubach) se fue de la casa para seguir sus sueños, y en lugar de esperar a que llegara la manutención, ésta se fajó a hacer zapatos para mantener a su hija. Como su esposo se fue persiguiendo la música, ésta vetó a la música de su vida y de su familia. Así que Miguel puede agradecerle a su tatara abuela que su familia haya seguido con esta práctica. La hija de Imelda, Cecilia (Ana Ofelia Murguía), continuó el imperio de los zapatos, y es a quien han apodado “Coco”, lo cual al principio suena extraño porque el personaje titular de la película es una doñita que casi no habla ni se mueve.
El caso es que si Miguel quiere convertirse en bachatero como su ídolo, el gran Ernesto de la Cruz (Benjamin Bratt), pues de alguna manera tiene que zafarse de su familia y demostrar que la música es una influencia favorable para la familia. Su oportunidad viene cuando en el día de los muertos habrá una competencia de talento en la plaza del pueblito en que están. Y sin entrar en muchos detalles, en un momento de desesperación, Miguel termina en la tierra de los muertos, donde los fantasmas esqueléticos de los difuntos que todavía son recordados “viven”. Aquí Miguel tiene la oportunidad de reencontrarse con algunos de sus familiares que ya habían guindado los tenis.
Del lado de los muertos es que Miguel conoce a Héctor Chorizo (Gael García Bernal), un indigente al que no le hacen ofrendas y quien busca ser recordado para no desaparecer. Héctor es quien demuestra cuál es el límite de lo que se puede hacer con los huesitos fantasmas que lo componen. Su tatara abuela Imelda no quiere que su tatara nieto se involucre con la música, por lo que el infeliz de Miguel quiere buscar la bendición de su tatara abuelo, el gran Ernesto de la Cruz, quien por lo visto se hizo muy famoso en películas mexicanas y nunca envió un centavo a su familia zapatera.
La trama va precisamente por donde uno esperaría y, a pesar de ello, le dan con picar cebollas en los últimos diez minutos porque se tomaron su tiempo en construir la historia, haciendo énfasis en que la cultura mexicana (y latina, por supuesto) se enfoca mucho en la familia y no sólo se trata de papá-mamá-hermanos, sino que tomamos en cuenta a todos los que tengan un parentesco de cualquier tipo por más diminuto que parezca.
Con cada nueva película animada que Pixar lanza, la tecnología de animación va avanzando y el comentario “esto es lo más visualmente impactante que Prixar ha lanzado hasta la fecha” es el que aplicará a cada una de las películas por venir. No recuerdo nada de la banda sonora que no estuviera relacionado a una guitarra, sea Ernesto tocando, Miguel tocando, u otro personaje tocando y/o cantando.
Para concluir, me gustó Coco y realmente no hay más nada que decir.